jueves, 24 de julio de 2008

...a mi que nada se me olvida

Me he convencido de que nunca estaremos juntos. Por eso, he intentado olvidarte. He buscado nuevas expectativas, nuevas ilusiones, nuevas tensiones. Y las he encontrado.
"Sólo somos amigos" me he repetido mil veces, aunque desde hace mucho tiempo no actuamos como tal. Y ya ves, he llegado a besar otros labios delante de ti, cuando los únicos que quería besar eran los tuyos.

Pero lo siento, esto se acabó, hay algo que debes saber: hoy me olvidaré de olvidarte.
Y es que hoy dormiré apoyada en tu hombro en un coche camino a Alicante, y no puedo parar de contar las horas. Hoy recuerdo que hace unos meses soñé con compartir el techo de mi tienda de campaña contigo. Y amigo, esta vez no te me escapas.

El que avisa no es traidor ;)

jueves, 10 de julio de 2008

Siempre supe que es mejor, cuando hay que hablar de dos, empezar por uno mismo


Hay algo de mí que aún no os he contado: lo confieso, soy de lágrima fácil. Muy fácil. Soy de ese tipo de personas que lloran con tópicos como la muerte de la madre de Bambi, las bodas, o el último capítulo de Friends. Digamos que soy "sensiblona" como me llamaba R (sí, el mismo R de la "primera casualidad"). O que soy una llorona vamos.

Esto explica que la gente que me conoce la mayoría de las veces no se inmute cuando me ve moqueando desconsolada. Y bueno, no es que eso me parezca bien (porque joder, a veces lloro con razón ¿vale?) pero reconozco que en muchas ocasiones se agradece. Y es que cuando lloriqueo porque se muere un perro en una película, o porque me emociona una canción, o porque veo un gesto bonito entre dos personas, no me gusta que me miren. Cuando lo hacen, me cabreo.

Sobre todo odio cuando me miran con cara de pena, de esas con la cabeza un poco ladeada y una media sonrisa que dice"ooohhh, pobrecilla", y cuando después me intentan ¿consolar?.

Lo más común en esos casos es que me entren ganas de decir algo así como "Sí, estoy llorando ¿qué **** pasa?! ¿Te miro yo a ti?" y que al final diga algo así como "...no te preocupes, estoy bien...gracias" con un tono seco que la gente no suele captar (¿cómo lo van a captar? si en ese momento eres la pobre-chica-blandita-vulnerable-que-necesita-inevitablemente-su-ayuda).

Lo malo es que en los momentos importantes, lo que algunas personas no entienden, es que llorar no signfica que no seas fuerte. Llorar no es lo mismo que ser blanda. Llorar no es sinónimo de que deban evitarte lo que te haga daño. Todos tenemos el mismo derecho a sufrir, a afrontarlo y a aprender de ello.

Y llorar simplemente es una forma de expresar lo que otros llevan por dentro. Yo me hundo, lloro, me desahogo, levanto la cabeza y tiro para delante. Y nadie me verá hacer un puchero fuera de lugar. Cuando hay que guardar la compostura y ofrecer una mano firme, no me tiembla el pulso ni se me humedecen los ojos. Pero eso sólo lo sabe la gente que me conoce.Los mismos que saben que simplemente, soy una llorona.

En fin, que todo este razonamiento filosófico ha empezado porque hoy he visto el concierto de Shakira en Rock in Rio y se me ha caído el alma a los pies por no haber podido ir. Ha llorado la pequeña Isis que conoció a Shakira a los 11 años, cuando la mayoría de la gente ni había oído hablar de ella. Y ha llorado la Isis de ahora, a la que se le han puesto los dientes largos al verla bailar danza oriental, al escuchar mezclas de Hossam Ramzy con "Ojos así", al oír "Hay Amores" dedicada a Gabriel García Márquez y a Ingrid Betancourt, al escuchar la mítica "Pies descalzos", al recordar la época en la que me sentí identificada con "Don´t bother", etc etc etc etc. Aaaaiisss...

Sé que hay cosas peores, que no es un motivo para llorar. Pero ¿qué puedo hacer? ya os lo he dicho, soy de lágrima fácil :)

jueves, 3 de julio de 2008

Zorra apaleada


Para ella sólo existían dos tipos de hombres: los que no la merecían, y aquellos a los que no podía alcanzar.
Se pasó la vida rechazando y dañando a hombres que, a su parecer, no le llegaban ni a la suela del zapato. Mientras que entre uno y otro se dejaba torear por quienes más deseaba tener: los que pensaba que eran demasiado para ella.

Los primeros sufrieron su orgullo y su perfil más altivo. Les hizo todo aquello que la destrozaba cuando ella era la víctima, y jugó con ellos hasta aburrirse con todos y cada uno ¿Qué más daba?: No eran nada para ella. Fue tan cruel, que poco a poco y a pulso, se ganó uno de los calificativos más usados contra las mujeres: con todas las letras, era una zorra.
Los segundos la eclipsaban de tal manera desde su punto de vista, que a su lado se sentía un gorrión. Pequeña, marrón, insignificante, una más. Les seguía allá donde iban, hacía todo lo que le decían, si les faltaba el aire iba corriendo a llevárselo. Mostraba tanto servilismo y tan poca personalidad, que tanto los buenos como los malos terminaron abandonándola, ignorándola, engañándola, apaleándola. A algunos de estos hombres, ni siquiera se atrevió a acercarse jamás. ¿Para qué? No era suficiente para ellos

Ahora, cuando se mira en el espejo, y mientras se desmaquilla pasando el algodón lentamente por todas las arrugas que los años han hecho aparecer en su cara, ve una mujer desconocida. Se pregunta dónde ha quedado su vida, y cómo será el amor, y llora en soledad cuando se da cuenta de lo que ha sido y lo que siempre será: una zorra apaleada