viernes, 17 de octubre de 2008

T

Dos llamadas a mi puerta.

Una de J: ingeniero, haciendo un máster, con dinero, le gusta viajar, habla idiomas, busca una buena chica para centrarse...
La otra de T: estudiante de 1º de periodismo, no trabaja, no tiene un duro, desaliñado, no sábe qué quiere en la vida...

Lo "normal" o lo que sería de esperar, es que abriera las puertas a J, tan perfecto él. Pero resulta que a mí tanta perfección me da náuseas, y que T me pone un nudito en el estómago cada vez que pienso en él.
Sin darme cuenta ha conseguido que tarde siglos en vestirme cuando sé que le voy a ver, que corra al ordenador cuando está conectado, o que vuelva a ver Vicky el vikingo.
Y lo más importante de todo, sin apenas llegar a darle un beso en la comisura, ha conseguido lo que otros no hicieron llegando mucho más allá: ha hecho descansar mi cabecita de su obsesión por L. Eso es buena señal, ¿no?

2 comentarios:

Juanjo dijo...

Eso roza lo divino. Suerte, enhorabuena, a ti y a T. Un beso.

J.C dijo...

es genial, sin más...

un beso...